martes, 14 de julio de 2009

PARA VOS...


PARA VOS…

Muchos años han pasado desde que el hombre se encontró con los números, ¡que exactitud, elegancia y poder!, ahí han estado desde entonces, en la cima innata del conocimiento. He disfrutado mucho tiempo de la completitud numérica y de la fortaleza algorítmica

¡Ah!, la perfección de mis manos veo salir cuando resuelvo y advierto brotar de la punta de mi lápiz los más sorprendentes resultados. Sin embargo me encuentro con que en las matemáticas no hay amor, ni en el odio, ni en la intimidación; no se puede amar conociendo el valor de una incógnita o tabulando una variable y mucho menos sentir la más vil repugnancia por alguien.

Es verdad, tal vez sumar sea unir dos números y hacer que estén juntos y tal vez se amen, restar puede ser la tristeza representada con la ausencia y dividir significa alejar o separar abruptamente, y también podríamos decir que multiplicar es permitir que los números procreen, y así podría desgastar mi lápiz buscando analogías, pero no, no hay tal perfección donde no hay amor.

De eso me di cuenta cuando me percibí tu existir, muchas veces miraba tus bondades desde lejos, te conocí y me enamore, justo ahí comprendí la condición maravillosa de la que se pierden los números, ellos se privan del placer de equivocarse y buscar luego enmendar los errores con un beso o con un te amo enérgico.

Creo que no hay palabras para recoger toda la ternura, la paciencia, la alegría que me hace sentir tu presencia. De repente de mi lápiz ya no salen esas extensas cadenas de elocuencia algorítmica, pero en cambio de mi alma y corazón sale la magia más satisfactoria que podría haber, ¡brota el amor!, las ganas inmensas de hacerte feliz , de estrellar mis labios contra los tuyos hasta que los besos nos duelan, pero no nos importe.

Todo esto debe recibir un nombre, debe existir algo que defina esto que revienta por ti en mi pecho, solo puedo decir que eso es imperfección, sí, porque cuando el amor no se planea te atropella de tal manera que es el gozo más grande que puede darte la vida, porque trae consigo tu “anima gemela”

Es así que si por algún azar pudiera precisar las circunstancias y el tiempo,
no dudaría acercarme de nuevo a ti para atarte a mí con un enorme beso

PRIMERA PARTE

A propósito del dolor
(La angustia y un poco de sal)

1



No hables más,
no quiero recordar palabras que me causan tanto dolor.


No hables de nuevo,
-no lo entenderías-,
no lo entiendo,
no es posible comprenderlas si no las escuchas.


Julián Ortiz Muñetón

2

Hoy al despertar
revise el lado derecho de mi cama,
-en busca de tu existencia-,
mi mano dio un giro sobre la ausencia
y retorno a la fría sabana,
donde mi más preciado sueño
reposa todas las noches.


Julián Ortiz Muñetón

3

Extraña forma de amar la que poseemos los hombres,
pero... ¿Cómo más hacerlo si la mujer a la que amo posee la más hermosa extrañeza?,
es un enigma que obsesiona.


Sé que no hay un sólo tipo de amor,
ni mucho menos una forma de amar,
lo sé, -tú me lo has enseñado-.


Busco amarte de una forma más clara y precisa,
-y creo que ese es el problema-,
eres como aquel sueño de infancia que no se
puede olvidar aunque se esté a punto de saludar la muerte;
aún si la parca me sonriera y me pidiera seguirla tendría que
arrastrarme con dicho sueño

Julián Ortiz Muñetón



4


Mi deber no es deber,
mejor diría que es una obligación;
cuantas veces siendo niño llore inconsolable porque había roto un juguete
o extraviado una moneda,
dolía esa perdida, si que dolía.

Mi deber es dejar que ella parta
¿donde? No lo se,
tal vez sea mejor que no lo sepa.

Si la he perdido,
bien recibo mi desventura,
porque no es más que consecuencia de mis actos.

Y al igual que esperaba,
cuando era niño,
que mi padre llegara a casa
y con su cajón de herramientas reparara mi juguete,
espero hoy rogando que en su cajón tenga algo que me repare el corazón


Julián Ortiz Muñetón

5

¡Papá, papá vi un ángel!,
dice mi hijo mientras sueño con él,
salgo corriendo de mi habitación tomando la mano de aquel pequeño
y le pido que me lleve ante aquel hermoso ser,
si, ahí estaba el ángel
y aquella noche me di cuenta que Dios
debe estar muy cerca de mí
porque siempre tuve a mi lado un amor celestial


Julián Ortiz Muñetón