Muchos años han pasado desde que el hombre se encontró con los números, ¡que exactitud, elegancia y poder!, ahí han estado desde entonces, en la cima innata del conocimiento. He disfrutado mucho tiempo de la completitud numérica y de la fortaleza algorítmica
¡Ah!, la perfección de mis manos veo salir cuando resuelvo y advierto brotar de la punta de mi lápiz los más sorprendentes resultados. Sin embargo me encuentro con que en las matemáticas no hay amor, ni en el odio, ni en la intimidación; no se puede amar conociendo el valor de una incógnita o tabulando una variable y mucho menos sentir la más vil repugnancia por alguien.
Es verdad, tal vez sumar sea unir dos números y hacer que estén juntos y tal vez se amen, restar puede ser la tristeza representada con la ausencia y dividir significa alejar o separar abruptamente, y también podríamos decir que multiplicar es permitir que los números procreen, y así podría desgastar mi lápiz buscando analogías, pero no, no hay tal perfección donde no hay amor.
De eso me di cuenta cuando me percibí tu existir, muchas veces miraba tus bondades desde lejos, te conocí y me enamore, justo ahí comprendí la condición maravillosa de la que se pierden los números, ellos se privan del placer de equivocarse y buscar luego enmendar los errores con un beso o con un te amo enérgico.
Creo que no hay palabras para recoger toda la ternura, la paciencia, la alegría que me hace sentir tu presencia. De repente de mi lápiz ya no salen esas extensas cadenas de elocuencia algorítmica, pero en cambio de mi alma y corazón sale la magia más satisfactoria que podría haber, ¡brota el amor!, las ganas inmensas de hacerte feliz , de estrellar mis labios contra los tuyos hasta que los besos nos duelan, pero no nos importe.
Todo esto debe recibir un nombre, debe existir algo que defina esto que revienta por ti en mi pecho, solo puedo decir que eso es imperfección, sí, porque cuando el amor no se planea te atropella de tal manera que es el gozo más grande que puede darte la vida, porque trae consigo tu “anima gemela”
Es así que si por algún azar pudiera precisar las circunstancias y el tiempo,
no dudaría acercarme de nuevo a ti para atarte a mí con un enorme beso